Los médicos y las médicas rurales de todo el país se han dado cita este fin de semana en un pueblo que se regala a cada uno de sus visitantes. Envuelta por los bellísimos paisajes de Els Ports se descubre Morella. Su castillo y su muralla aún protegen la esencia de la ruralidad más viva. Hasta aquí han acudido médicos comprometidos con la medicina rural, cruzando la comunidad, las fronteras e incluso el país entero, para encontrarse con sus semejantes un año más.
Las IX jornadas de medicina rural de la SEMFYC son, además de lugar de reunión, espacio donde aprender, reflexionar, compartir y reivindicar que la ruralidad es merecedora de una medicina familiar y comunitaria excelente.
En la actualidad, la gran mayoría de las políticas y modelos de gestión sanitarios se diseñan, se implantan y se evalúan por y para el contexto urbano. La interrelación de ambos mundos ha sido entendida en el sentido urbanocentrista, generando una desigualdad territorial donde los pueblos se relegaron a ser meros satélites dependientes de la ciudad. Sin embargo, los pueblos no han dejado de nutrir a las ciudades, de abastecerlas de aquello que carecen, y de acoger a todo aquel que no encontraba su sitio en la ciudad. Negar la interdependencia de ambos mundos nos ha conducido a una situación de precariedad ya extensible a los dos: la naturaleza ha abandonado la ciudad, los transportes y los servicios se han alejado de los pueblos, los consultorios infradotados y olvidados miran a los hospitales con resignación, la equidad claudica poco a poco… La dicotomía rural/urbana debe romperse en mil pedazos para abrazar un mundo rural que es diverso, plural y dinámico.
En espacios como los que ofrecen estas jornadas, se reconoce el potencial de la nueva ruralidad que necesita dignificarse y reivindicarse. La medicina más moderna es capaz de llegar hasta el último rincón del pueblo más remoto. La comunidad rural, su tejido asociativo y sus gentes comprometidas son capaces de dar respuesta a las necesidades de salud de los pacientes y de mantener los pueblos como espacios salutogénicos, de acogida e integración. La medicina rural se vale de todo aquello que estas jornadas han puesto sobre la mesa: una atención domiciliaria potente, la gestión cualificada de la urgencia y la emergencia en contextos difíciles, los cuidados al final de la vida de calidad, la atención a las personas migrantes durante su integración social en el medio rural, el acompañamiento y alianza con las personas trans del pueblo, el abordaje familiar y comunitario, el acompañamiento cercano, accesible, humanista y generalista.
La medicina rural agudiza el ingenio ante la adversidad, la incertidumbre, la dispersión, la falta de recursos, el aislamiento y la soledad. La medicina rural es “medicina de alto impacto”, es el laboratorio donde se reinventa la atención primaria. La medicina del futuro, que busca la conjugación de la modernidad y el humanismo se parece mucho más a la medicina rural.
Los comités, científico y organizador, coordinados por Nel·lo Monfort (coordinador del grupo de trabajo de medicina rural de SEMFYC del que me siento orgullosa de formar parte), han logrado ofrecer un itinerario de talleres y mesas que nos han sumergido en los fundamentos de una medicina rural dinámica, vibrante y resiliente. Mi más sincero agradecimiento a todos por conseguir congregar a tanta gente comprometida, en un contexto tan rural como Morella, en un tiempo en el que la medicina de familia resiste las inclemencias de un sistema sanitario que no cree en su potencial. La medicina de familia, hoy herida, se refugia todavía en nuestra medicina rural. Mientras sigamos encontrándonos en lugares como Morella, la medicina seguirá latiendo en los pueblos.