Yo siempre me presento por mi nombre. Mi apellido es precioso pero complicado, así que digo mi nombre a mis pacientes. Todos recuerdan que me llamo María, sin embargo, muchos me devuelven tantos apelativos que creo que los voy a anotar en mi diario.
Los más frecuentes son los que hablan de la bata que llevo puesta. La mayoría me llama "doctora", otros "médica", incluso alguno sale diciendo "¡está la sustituta!". No sé muy bien si lo hacen simplemente por soltar la primicia en la sala de espera, o buscando dar la voz de alarma para que los demás puedan huir a tiempo antes de que les invite a pasar.
Pero hoy quiero destacar los que hacen referencia a mi "corta" edad. Van desde "señorita", "joven" o "chica", hasta "niña" o "nena". Escucharlos me produce unas cosquillas en el oído interno que, dependiendo del tono, el contexto y la actitud del emisor, pueden ser cariñosas o, a veces, un poco desagradables.
Y es que me he dado cuenta de que la "J" del título de mi diario, tiene su lado oscuro. Cuando eres una joven médica de familia (JMFyC), y además aparentas serlo, tienes que demostrar tu capacidad con más esfuerzo que tus colegas médicos mayores, casi siempre. No me parece injusto, a veces me parece agotador.
Aunque asumo que este hándicap me va a acompañar un tiempo, aunque intento superar con elegancia el "niña, ponme bien la receta", y no brotarme con los "tú dame la baja nena"... Prometo que hay frases que me descolocan por completo:
- "¡Qué suerte que tengas trabajo al terminar la carrera!"
- "¿Ya terminas las prácticas?"
- "Si no es indiscreción...¿Cuántos años tienes hija?"
- "¿Y qué especialidad harás cuando acabes?"
- "¡Qué gusto da ver médicas tan jovencitas!"
- "Mi nieto empieza este año medicina, ¡igual vas a clase con él!"
- "¡Trabajas muy bien para la edad que tienes niña!"
Al oírlas debo abrir los ojos como platos, mirando al paciente mientras sufro un síndrome de Benjamin Button que me va quitando años de encima rápidamente. De repente noto que la bata me queda muy muy grande y yo me vuelvo muy muy pequeña. En medio de estas escenas no me queda más opción que reírme mucho, agradecer lo que decido tomarme como un cumplido y explicar que ya no soy estudiante, ni practicante, ni MIR.
Soy JMFyC, y la "J" está llena de energía pero a veces cuesta manejarla, es toda ilusión pero también inexperiencia, te da un aire como fresco pero a veces te devuelve un vendaval en contra. La "J" es como una revolución interna algunos días, en los que me siento pequeña y grande a partes iguales. La "J" es como el punto medio entre lo mucho que ya he superado para llegar a esta consulta, y todo lo que aún me queda por vivir dentro y fuera de ella.
Igual es que de todo esto, mucho antes de que lo hiciera yo, los pacientes ya se dieron cuenta. Igual me lo están haciendo saber con ocurrencias que me sacan una sonrisa en medio de la consulta. Quizá sea más evidente de lo que creo que ahora soy JMFyC.