domingo, 21 de agosto de 2022

21/08/2021: La compañía en la consulta

Aunque aún soy una JMFyC novel (no hace ni 3 meses que empecé a trabajar completamente autónoma), circunstancialmente tengo a alguien en la consulta que pretende aprender algo de mi.

Entre 2 y 3 días a la semana en la consulta está Alma, ella es una recién estrenada MIR MFyC.  Si la residencia en medicina fuera una carrera de relevos, ella sería la mía. Alma empieza ahora su MIR justo donde yo terminé el mío.   Empieza a conocer a sus pacientes, su trabajo, su especialidad, su centro, a sus compañeros… En este momento casi todo es nuevo para ella, este año va a aprender muchas cosas, teóricas pero sobre todo prácticas, y lo hará muy rápido.  Ella lo hará genial porque es despierta, curiosa y muy dispuesta.  El vértigo me entra cuando pienso en qué le puedo aportar yo, si aquí he sido la última en llegar.

La mayor parte del tiempo tengo la sensación de que yo estoy sobreviviendo a las consultas con toda la agilidad que puedo, y ella está a mi lado, escuchándonos al paciente y a mí, observándome mientras escribo, mientras exploro, vigilándolo todo, supongo que intentando sacar algo en claro de cada una de las 35-40 consultas diarias.   

Para mí es imposible prestarle toda la atención que debería.  Me esfuerzo en lo que puedo, le cuento brevemente lo que sé de los pacientes antes de que entren o antes de llamarlos, comento con ella algunas exploraciones, vemos juntas los resultados de las pruebas, le explico porqué tomo ciertas decisiones… Si tengo que hacer alguna técnica la programo para que las vea o incluso las haga ella. Se le da bien la cirugía menor y las infiltraciones.  Incluso, cuando milagrosamente sobra un ratito de nuestro tiempo, intento hablar de otras cosas que no suenen a medicina, intento que si vamos a sentarnos pegaditas, al menos nos sintamos cerca.

Ahora que estoy con Alma, entiendo la responsabilidad que tienen los médicos que son tan valientes como para ser tutores. La exigencia de tener al lado a una futura MFyC es muy alta, la consulta se convierte en un compromiso doble: el que siempre contraemos con los pacientes, y el que implica ser, en cierta medida, ejemplo para una compañera.  Para mi consuelo, la utilidad de la consulta también se duplica: procuro que sea útil siempre para el paciente, ahora también intento que Alma encuentre en mi ejercicio algo que le sea útil para el suyo.  

Sé que todo esto no puede implicar la hipocresía de actuar de distinta manera en la consulta cuando hay alguien que te observa y cuando estás tú sola.  Sé que igual que yo supe discernir los puntos fuertes y las debilidades de quienes me enseñaron mi profesión, ella sabrá encontrar los míos.  Sé que, al igual que los valientes tutores, no dispondré de tiempo específico de docencia, más allá de esos minutos que puedo arañar en la consulta. 

No tengo claro si sabré encontrar las respuestas a las preguntas que seguro le surgen a Alma a diario viéndome trabajar a toda prisa; y me pregunto al verla muchos días si, en el futuro, podría ser tutora de alguien como ella.















Dedicado a Alma e Isa, deseándoles lo mejor en el MIR MFyC que acaban de comenzar.

jueves, 4 de agosto de 2022

04/08/2022: Dibujos en consulta

Hace un tiempo una amiga me preguntó: "Oye María, ¿tú dibujas en la consulta?".  La pregunta me sorprendió y me hizo pensar.  Yo dibujo todos los días en la consulta, pero es por necesidad.  Es que yo hay cosas que ya no sé explicarlas sin un dibujo, es que sin un bolígrafo o un lápiz yo no soy médica, es que no me hago entender con palabras tan bien como con mis garabatos.

Pero además sé que todos los sanitarios dibujan en consulta alguna vez, aunque ninguno lo confiesa.  Debe ser nuestro secreto, somos los artistas de la salud.  

Quien más, quien menos, ha dibujado delante de sus pacientes para explicarles algo.  Habréis dibujado ese cilindro que quiso ser arteria y esa maraña en su interior que la llenaba de colesterol hasta que ¡pum! surgía el dibujo del infarto.  Todos hemos hecho ese amago de fractura desplazada que asusta más que explica, donde un hueso podría llegar a angularse de formas que solo el papel soporta.   Esos cuadriláteros en fila que procuraban ser columna vertebral donde pintamos de repente uno más chato que hace el papel de vértebra aplastada, o trazamos un saquito entre dos de ellos que se sale de la línea porque quiere ser una hernia discal.   Esos garabatos que intentaban explicar intervenciones, operaciones que en la mesa de la consulta hemos pintado sin asepsia.  Alguno se habrá lanzado con esa litiasis, esa bolita que quería ser una piedra, alojada en una judía blanca aspirante a riñón, o dentro de una pera aprendiz de vesícula... ¡confesadlo!  ¡habéis pintado la medicina alguna vez!

Yo sí lo hago, me confieso, y muchas veces.  El último lo hice para explicar como se hace un renograma, porque Joaquin no tenía muy claro de qué iba la prueba que el urólogo le había pedido y él ya había firmado.  Y venga a dibujar contraste en un riñón y en el ureter y en la vejiga, y en un lado una piedra y en el otro una vía urinaria libre.  Hice dibujos simples con trazos rápidos, que dejaron sobre la mesa casi un comic.  Nadie en su sano juicio hubiera hecho otra cosa que no fuese romper y tirar todas esas rayas en el papel, pero Joaquin me pidió permiso para llevárselos a casa y guardarlos.  Para él son la explicación de la prueba que le van a hacer, y quiere enseñárselos a Luisa que le va a acompañar. 

Se puede dibujar mucha medicina tirando de geometría, líneas y curvas.  En el último mes he dejado en los folios de consulta dibujos de una intervención de catarata, un ictus de ACM, una punción de nódulo tiroideo, una infiltración de fascitis plantar, una enfermedad pulmonar grave, una otitis media aguda, la forma de saber si un inhalador está vacío, la forma de hacer un test rápido de coronavirus...  Y os aseguro que no son dibujos a los que dedique más de 30 segundos y que aunque parecen chapuceros o inacabados, son garabatos muy valiosos para el paciente.  La mayoría me dice que se los quiere llevar, alguno hasta le saca una foto ante mi asombro.  

Y es que una imagen vale más que mil palabras, y estas valen todavía más.   Estas las creamos nosotros a la medida de nuestros pacientes, y les damos dinamismo al dibujarlas frente a ellos, son una viñeta de algo que sufren, de algo que les ocurre o les ocurrirá y que será o es parte de su vida.

Dos consejos daría a quien, estando en su consulta, tenga vergüenza de dibujar lo que le apetezca.  El primero es que la pierda, porque no hace falta dibujar bonito y no hace falta firmar los garabatos que hacemos (yo no lo hago), pero son de gran ayuda en el proceso explicativo de las consultas, para nosotros y para nuestros pacientes.  Lo peor que puede pasar es que el garabato acabe en risas, como cuando yo intenté dibujar una úlcera gástrica y el paciente pensó que era una gaita gallega.  Tuve que dibujar al helicobacter pylori bailando, no tuve otra opción,  El segundo consejo es que nunca, nunca, nunca, dibujéis encima de información confidencial, porque os sorprenderá más de uno pidiéndoos permiso para llevarselo a su casa. 

Y ahora confesad, ya habéis dibujado alguna cosa... ¿no os apetece probar alguna más? ¿Y si los mensajes que transmitimos en consulta quedaran fijados en la memoria de un dibujo?  ¿Y si dibujar fuera una forma de conectar más con nuestros pacientes? ¿De verdad que no os apetece?

01/06/2025: Los mitos de la medicina rural

Si alguna vez he tenido la sensación de quedarme con las ganas de decir algo, lo he resuelto escribiéndolo después. ¿A ti no te ha pasado nu...