Aunque aún soy una JMFyC novel (no hace ni 3 meses que empecé a trabajar completamente autónoma), circunstancialmente tengo a alguien en la consulta que pretende aprender algo de mi.
Entre 2 y 3 días a la semana en la consulta está Alma, ella es una recién estrenada MIR MFyC. Si la residencia en medicina fuera una carrera de relevos, ella sería la mía. Alma empieza ahora su MIR justo donde yo terminé el mío. Empieza a conocer a sus pacientes, su trabajo, su especialidad, su centro, a sus compañeros… En este momento casi todo es nuevo para ella, este año va a aprender muchas cosas, teóricas pero sobre todo prácticas, y lo hará muy rápido. Ella lo hará genial porque es despierta, curiosa y muy dispuesta. El vértigo me entra cuando pienso en qué le puedo aportar yo, si aquí he sido la última en llegar.
La mayor parte del tiempo tengo la sensación de que yo estoy sobreviviendo a las consultas con toda la agilidad que puedo, y ella está a mi lado, escuchándonos al paciente y a mí, observándome mientras escribo, mientras exploro, vigilándolo todo, supongo que intentando sacar algo en claro de cada una de las 35-40 consultas diarias.
Para mí es imposible prestarle toda la atención que debería. Me esfuerzo en lo que puedo, le cuento brevemente lo que sé de los pacientes antes de que entren o antes de llamarlos, comento con ella algunas exploraciones, vemos juntas los resultados de las pruebas, le explico porqué tomo ciertas decisiones… Si tengo que hacer alguna técnica la programo para que las vea o incluso las haga ella. Se le da bien la cirugía menor y las infiltraciones. Incluso, cuando milagrosamente sobra un ratito de nuestro tiempo, intento hablar de otras cosas que no suenen a medicina, intento que si vamos a sentarnos pegaditas, al menos nos sintamos cerca.
Ahora que estoy con Alma, entiendo la responsabilidad que tienen los médicos que son tan valientes como para ser tutores. La exigencia de tener al lado a una futura MFyC es muy alta, la consulta se convierte en un compromiso doble: el que siempre contraemos con los pacientes, y el que implica ser, en cierta medida, ejemplo para una compañera. Para mi consuelo, la utilidad de la consulta también se duplica: procuro que sea útil siempre para el paciente, ahora también intento que Alma encuentre en mi ejercicio algo que le sea útil para el suyo.
Sé que todo esto no puede implicar la hipocresía de actuar de distinta manera en la consulta cuando hay alguien que te observa y cuando estás tú sola. Sé que igual que yo supe discernir los puntos fuertes y las debilidades de quienes me enseñaron mi profesión, ella sabrá encontrar los míos. Sé que, al igual que los valientes tutores, no dispondré de tiempo específico de docencia, más allá de esos minutos que puedo arañar en la consulta.
No tengo claro si sabré encontrar las respuestas a las preguntas que seguro le surgen a Alma a diario viéndome trabajar a toda prisa; y me pregunto al verla muchos días si, en el futuro, podría ser tutora de alguien como ella.
Dedicado a Alma e Isa, deseándoles lo mejor en el MIR MFyC que acaban de comenzar.