miércoles, 19 de febrero de 2025

19/02/2025: Lo que callo y oculto en la consulta

Mi paciente con depresión no sabe que la engaño.  

No sabe que la escucho con la pena a flor de piel, no sabe que la miro más allá de la consulta y veo esa vida que relata con dolor.  No sabe que la cito cuando nadie más está en el consultorio, cuando el tiempo es absolutamente suyo.   

Si supiera que cojo todo el aire que puedo antes de que entre, como buscando el valor que me falta para recibirla con una sonrisa...  Si supiese que analizo sus andares, su aspecto y hasta el timbre de su voz, buscando en vano signos de mejoría.  Me desespera saber que fue una persona feliz en el pasado.  Ni el último antidepresivo, ni los ansiolíticos, ni por supuesto yo misma, hemos sabido darle una respuesta, y acude a hurtadillas a ver a otros profesionales que, igual que yo, siguen intentando ayudarla.

Un día me pidió perdón por "vomitar sus penas" conmigo.  Para poder mentirle descaradamente a la cara, le cogí la mano, la miré a los ojos y le dije: "tranquila, he escuchado tantas cosas que soy casi de piedra".  Le mentí, le dije que no se preocupase por mi, que conmigo puede hablar de lo que quiera y que puede venir a llorar un rato si lo necesita; como si yo fuese inmune al sufrimiento que destila. 

Yo también quiero creérmelo, quiero ser de piedra, pero no lo soy. Cada vez que viene me deja dolorido el pecho, cada vez que se va cierro con fuerza los ojos tratando de contener las lágrimas.  Si me viera apretar los puños con fuerza debajo de la mesa mientras ella llora en silencio... Si supiese que al escucharla decir que todo le da igual me desgarro por dentro mirando a sus hijos... No se imagina el impacto que causa en mis oídos cuando dice "ruina" "culpa" "desgracia" "muerte". Ella no puede pensar en nadie, pero yo hoy no paro de pensar en ella.  La empatía es una losa que en la compasión se apoya, pero ¡ojalá ser "de piedra" un rato! Ojalá...



martes, 4 de febrero de 2025

04/02/2025: Mi examen MIR, el examen MIR, elegIR.

Hace unos días tuvo lugar el examen de acceso a la formación sanitaria especializada.  Son exámenes centralizados que realizan cada año los graduados en ciencias de la salud al finalizar su carrera universitaria.  Los preparan concienzudamente durante muchos meses con el objetivo de obtener una plaza de interno residente (IR) en la especialidad que más les atraiga y en el centro del sistema nacional de salud que deseen.  Así, cada grupo de graduados se presenta a un examen que no está preparado para demostrar conocimiento ni mucho menos habilidad, si no para asignarle un número de orden entre todos los aspirantes de su categoría.  Los biólogos, bioquímicos y biotecnólogos se examinan del BIR, los químicos del QIR, los físicos del RFIR, los psicólogos del PIR, los farmacéuticos del FIR, los enfermeros del EIR y los médicos del MIR.

Yo soy médica, y hace ahora 6 años que superé mi examen MIR para elegir mi plaza en Medicina Familiar y Comunitaria.  Digo superé no tanto por el resultado (ya no recuerdo exactamente cuánto acerté ni mi número de orden), sino más bien por el proceso previo.  Supuso 18 meses de estudio y preparación específica previa al día de mi examen, sacrificar mucho, dormir poco.  Recuerdo temblar aquel día, rezar pidiendo un poco de justicia para todos antes de empezar a leer las preguntas, terminarlo cuatro horas después y salir a toda prisa para buscar entre el gentío a mis padres y a mi hermano y decirles "¡ya está, por fin!".  Recuerdo que me daba igual cómo me había salido, el examen no tuvo capacidad para reflejar el tremendo esfuerzo que hice, no estaba satisfecha, pero me sentí libre.

Hace unos días, ya con mi especialidad y en la comodidad de mi centro de salud, me senté frente al examen MIR de este año.  Sin ánimo de torturarme, ni de demostrarme a mi misma ni a nadie absolutamente nada.  Repito el examen cada año intentando ponerme en la piel de los estudiantes que se presentan, tratando de reconectar con sus sensaciones y la experiencia de enfrentarte a un examen de más de 200 preguntas tipo test que hace dudar de todo.  Sólo lo hago por si un día tengo el privilegio de trabajar con estudiantes que preparan este examen, o con residentes que han pasado por él y llegan hasta mí.

Este año el examen MIR fue más complicado que los anteriores en mi opinión y la de muchos otros.  No pretendo analizarlo, yo nunca pensé que estos exámenes fueran la estrategia adecuada para ordenar la vocación y la ilusión de tantos estudiantes.  ¿Está más capacitado para elegir su especialidad acertadamente un estudiante que es capaz de estar concentrado durante 4 horas y media para resolver correctamente 210 preguntas test muy alejadas de la medicina generalista, con 4 opciones de respuesta y sólo una correcta, que otro estudiante que, aunque incapaz de acertar poco más de la mitad sueña con ser un excelente (inserte la especialidad médica/quirúrgica que usted quiera) y muestra aptitud práctica para ello?  Duda razonable al menos.

Pero lo que me trae de nuevo hasta mi diario no es el examen, es la preocupación por lo que ocurre tras la prueba, tras la elección.  Después de todo este periplo por el que yo también transité, difícilmente entiendo que se produzcan tantas renuncias de plazas MIR. Y no hablo sólo de opositores que no cogen plaza el día de la elección cediendo su turno al siguiente, (aunque el porcentaje de estas renuncias se incrementa cada año, superando el 18% el año pasado, y eso asusta).  Hablo de las renuncias que ocurren después.  Me refiero a los opositores que, tras elegir una especialidad y una plaza, no se incorporan dejándola vacante, y a aquellos que abandonan tras la toma de posesión durante el primer año de residencia. Los datos de renuncias tras la adjudicación de plazas que facilita el ministerio hablan de que la mayoría se producen en los primeros 2 meses, y en cuanto a especialidades, medicina de familia por supuesto encabeza el ranking, pero es que es la especialidad mayoritaria con amplia diferencia sobre las demás, por tanto y sin aventurarme a buscar significación estadística, digo subjetivamente que en cuanto a renuncias "habrá de todo".  Lo que sí es objetivo y me obliga a la reflexión, es que en torno a 200 médicos internos residentes renuncian (no sin haberle dado una oportunidad) a la plaza que tanto esfuerzo les ha costado conseguir, y la cifra es estable desde hace 7 convocatorias al menos.

¿Qué es lo que tanto defrauda a un estudiante que ha dedicado muchos meses a preparar intensivamente el MIR, que tanto ha sacrificado por su profesión?  ¿Qué conduce a renunciar a una plaza que tantísimo esfuerzo les ha costado conseguir? ¿Qué ocurre después de renunciar? Las opciones son: emigrar a otro país donde seguir formándose o trabajando, adentrarse sin apenas experiencia en la medicina privada (residencias de ancianos, mutuas, clínicas privadas...), bajar al pozo de los contratos sin especialidad en atención primaria (todos hacemos como que no vemos bien el fondo y seguimos sacando agua de allí), o armarse de valor para repetir el examen y elegir de nuevo.

¿Dónde reside el problema de un sistema que decepciona a tantísimos y, a priori, tan altamente preparados opositores? No tengo la respuesta; pero no hace tanto tiempo que pasé por ese aro y creo que hay algo importante que debo decir. 

Las expectativas de los opositores son altas, altísimas, porque así es como la universidad, y después las academias de preparación al MIR, deben trabajar.  Sin embargo, la medicina que enseñan está orientada a la resolución de un test ("miricina"), la forma de presentar las especialidades es a través de una asignatura, un temario y un manual, la presencia de prácticas de calidad durante el grado es minoritaria, el formato de la universidad es hipersectorizada y fragmentada, incapaz de orientarse al generalismo médico, examinando tan solo sobre conocimiento teórico especializado y apenas sobre habilidades específicas y generalistas (escucha activa y comunicación, empatía y compasión, trabajo en equipo, integración de conocimientos y razonamiento clínico, gestión de la incertidumbre...).  La expectativa suele ser: bordar el MIR y elegir con la cabeza alguna de las especialidades que nos han fascinado sobre el papel, y eso es muy exigente con uno mismo en el presente y con la medicina a futuro.  

La realidad es que desconocemos buena parte de las especialidades in vivo, disponemos de un ensayo in vitro que nos entregan por fascículos.  Nos preguntamos cual es la especialidad hecha para nosotros cuando la pregunta puede ser formulada de otra forma: ¿para qué especialidades estoy hecha yo? Estoy segura de que no es una pregunta de respuesta única, estoy segura de que un mismo médico puede ser brillante, y aún más importante, puede ser feliz, en diferentes especialidades.  Pero para dar respuesta a esta pregunta, el esfuerzo es importante, las expectativas propias y respecto a la residencia deben situarse correctamente y eso sólo puede hacerse con autoconocimiento e información, muchísima información.

Me voy a atrever a recomendar a los opositores lo que a mí me hubiera gustado que alguien me recomendase en el postMIR.  Quizá sea buena idea, después de un tiempo de obligada desconexión, aprovechar los meses previos a la elección de plaza para recolectar información de primera mano y resetear las expectativas si fuera necesario.

En ese momento no se pierde nada por interesarse por las especialidades que habían quedado en un segundo plano, igual que los centros docentes que por estar algo más alejados no eran tan atractivos.  Es muy importante preguntar a las personas indicadas, y ante la duda, preguntar más o a más gente.  Preguntad a los residentes mayores que ya conocen bien la situación, pero como pueden estar cansados preguntad también a los residentes pequeños y buscad lo que les ilusiona tanto, preguntadles a todos si volverían a elegir su especialidad en ese mismo lugar.  Preguntad a los tutores, preguntad a los responsables docentes, preguntad a otros profesionales sanitarios que en cada servicio o centro compartan el tiempo de formación con los residentes.  Si se produce la oportunidad de compartir un rato asistencial con un colega, en el escenario donde trabaja, probablemente sea buena idea quedarse y ver qué sensaciones llegan.

Las preguntas habituales no cambian, y son importantes, y entiendo que deben hacerse en cada unidad docente que se visita.  Cuántos cursos, cuántos meses de rotación externa, cuántos residentes somos (quieres preguntar si hay buen ambiente pero sólo puedes intuirlo), cuánto sueldo (suele ser poco, no asustarse), cuántas guardias al mes (suelen ser muchas, asustarse), cuánto dormimos y cuánto libramos (preguntas eso para no decir ¿habéis abolido la esclavitud?)... Y en el caso de medicina de familia suele añadirse: cuánta cirugía menor, cuánta ecografía, cuánta comunitaria, cuántos meses en el centro de salud...

Hoy sé que lo más importante no es el cuánto, sino el cómo.  Hoy sé que haría una ruta por los centros de salud y pondría en el punto de mira a los tutores, preguntaría: cómo os mantenéis actualizados, cómo se organiza la consulta y el equipo, si tengo mi espacio, qué es lo que te ha llevado a ser MFyC y a ser tutor/a, si puedo quedarme una mañana a tu lado.  Sé que iría a la urgencia del hospital a preguntar: cómo son las guardias, cómo voy a aprender, quién estará conmigo... Quizá me quedase una tarde...  Sé que iría a la unidad docente y buscaría información sobre qué actividades promueven, cómo son los cursos, en qué momento, cómo puedo investigar, qué respaldo tendré si tengo un problema.

En definitiva, creo que preguntar mucho es una salvaguarda frente a las renuncias, porque aquello que tiene mayor capacidad para desilusionar es lo que no se conocía bien. Creo además que hay que dejarse sorprender por los lugares y las especialidades que despiertan algo de curiosidad realista en nosotros, aunque no sean las más populares o prestigiosas. Por último, conviene no olvidar que ser un médico o un cirujano feliz depende en buena medida de uno mismo, y puede ocurrir en diferentes escenarios, incluso insospechados.

Querido diario, yo hice muchísimas preguntas, tuve la suerte de acertar de pleno en mi elección (que no era mi primera opción durante la carrera) y que mi residencia superase con creces mis expectativas.  Pero sé que es complicado, sé que lo ponen complicado, sé que equivocarse o decepcionarse entra dentro de lo posible.  La única forma que se me ocurre de minimizar el error o el desencanto es disponer de la máxima cantidad de información fiable (interrogándose a uno mismo y preguntando a todo quisqui), y con esto, hacer la mejor gestión posible de las expectativas.  Creo que la residencia, ya sea en el centro de salud más humilde o en el quirófano del hospital más puntero, trata de desaprender la medicina heroica que resiste sobre el papel para empezar a aprender a ser médicos o cirujanos imperfectos pero reales y felices.  Elegir es un ejercicio de razón y humildad, elegIR la especialidad es mucho más difícil que el examen MIR, y este año, ya es decir.

01/06/2025: Los mitos de la medicina rural

Si alguna vez he tenido la sensación de quedarme con las ganas de decir algo, lo he resuelto escribiéndolo después. ¿A ti no te ha pasado nu...