sábado, 31 de mayo de 2025

01/06/2025: Los mitos de la medicina rural

Si alguna vez he tenido la sensación de quedarme con las ganas de decir algo, lo he resuelto escribiéndolo después. ¿A ti no te ha pasado nunca? Esa tarde compartida con una buena amiga que no termina hasta que, rato después de despediros, recibe un mensaje en el que le agradeces su compañía. Esa frase ocurrente que le venía al pelo a la discusión que tuviste hace 3 horas, y que te viene a la cabeza cuando ya estás más sola que la una y nadie te oye.   Ese diagnóstico que es tan despiadado que solo lo escribes en la historia clínica cuando el paciente ya se ha ido, porque no te has atrevido a decirlo en voz alta, y lo volverás a intentar mañana.

Hace unos días me pasó otra vez al encontrarme con una compañera, médica de familia, que me felicitó por mi decisión de ejercer en el medio rural. Me dijo: "Es muy buena opción para hacer puntos y tener tiempo para estudiar la oposición para poder volver a la ciudad más adelante."  La miré con extrañeza, así que continuó: "Además, la gente del pueblo es muy buena gente, cercana y agradecida, estarás encantada".  Saqué media sonrisa de donde pude, me despedí, y ahora me arrepiento.  

He pensado en cómo explicar que ahora mi vocación es ser médica en este lugar, un pueblo.  No puedo decir que la vida me trajese hasta aquí, fue mi decisión venir.  Tampoco puedo decir que llegase convencida o que me hubiera preparado para esto, fue un cambio que necesitaba.  Puedo contar que ahora soy una médica de familia que disfruta de la medicina rural. Es una medicina poco conocida, muchas veces infravalorada y desatendida, que tiene sus peculiaridades, pero que me permite ser una médica de familia feliz.  Por esta razón, me esfuerzo en presentarla y defenderla, como hacen tantos otros compañeros.

Puedo intuir, por mi propia experiencia, que cada profesional en cada momento busca o necesita un lugar donde encontrarse con la medicina de familia, con sus luces y sus sombras. Puedo afirmar, por mi propia experiencia, que hay médicos de familia excepcionales trabajando y sorteando las dificultades que surgen tanto en la ciudad como en los pueblos.

La medicina rural que a mi me toca defender, lleva intrínseca la medicina de familia, de la que estoy enamorada. Mi defensa no se apoya en los ataques a la medicina en medio urbano, ni tampoco busca romantizar el medio rural.  Los mitos sobrevuelan a cualquiera que se haga llamar "médica rural".

No he venido pensando en marcharme otra vez, no es para mí una medicina de transición.  Creo que el potencial de la medicina rural es total, este es un lugar tan válido como cualquier otro para desarrollar por entero mi carrera como médica de familia.  Creo que hasta el pueblo más recóndito podemos hacer llegar la medicina más moderna. Seguir investigando, publicando y aprendiendo es posible aún en la distancia.

No vengo para ver "pocos pacientes". Los pueblos tienen un numero de habitantes generalmente más reducido que las ciudades, sí; pero aquí la mayoria de pacientes son muy mayores y concentran un alto nivel de cronicidad, complejidad y fragilidad.  El gran tesoro que aporta un cupo más reducido es el tiempo y su control.  Encontré tiempo para atender a las personas con dignidad, dejando que se expresen, ajustándolo a cada motivo de consulta, invirtiéndolo en lo que es importante, con la sensación de poder ofrecer seguridad y calidad en mi trabajo, sin que me sobrepase o me abrume diariamente una agenda kilométrica cronometrada.

No he venido para "descansar". Manejo mi consulta, cubro las ausencias de mis compañeros, hago mis guardias, colaboró en las intervenciones comunitarias, programo cirugía menor, preparo sesiones...  Todo dentro de mi horario laboral y a veces también fuera de él.  Diré que la conciliación es un espejismo para las médicas que además somos madres y no podré decir que aquí la haya conseguido conquistar.  Lo que sí diré es que, a pesar de todo, llego a mi casa con buen ánimo y con energía para ser otras cosas además de médica, porque tengo una familia maravillosa, muchos amigos, muchas aficiones y cuando llegan las doce de la noche, suelo tener también mucho sueño.

No he venido porque aquí los pacientes "son agradecidos" y no dejan que compre huevos, ni aceite, ni lechugas, ni melocotones... Aquí la consulta puede estar abierta de par en par, tan solo estoy al otro lado del teléfono, al otro lado de la puerta.  Soy tremendamente accesible y mi carga de trabajo me permite tener tiempo para conocerlos, para seguirlos, para estar presente.  Así, las relaciones no tienen más remedio que ser cercanas y humanas, no puede ser de otra manera.  Así, es más fácil que los pacientes se sientan agradecidos, como me siento yo de estar con ellos.  Las personas aquí no son tan diferentes, lo que cambia es la forma de trabajar y relacionarnos con ellos.  

No he venido hasta aquí porque el aire fresco, las casas de piedra y los consultorios con preciosos paisajes en sus ventanas hagan más amables los días de consulta y las salidas a los domicilios.  No vine pensando que los pueblos pequeños y remotos hagan milagros con los médicos cansados.  Aquí, los parajes idílicos pueden invitar a sucumbir a la rutina, al abandono y al aislamiento.  Aqui hay que luchar para mantenerse actualizado, conectado y alerta. Los pueblos necesitan profesionales excelentes, igual que la ciudad.

He venido sabiendo que ahora el coche es tan importante como mi maletín, que estaré sola en el consultorio largos ratos, que la urgencia se atiende en los campos, en los coches, en el suelo, y que el reloj no dice cuándo llegan las ambulancias.  He venido a donde quedan lejos el hospital, las consultas, las pruebas diagnósticas, los recursos socio-sanitarios, y soy yo quien está cerca. He venido consciente de que soy la médica de todos, de la comunidad, de familias enteras, de los recién nacidos, de los más ancianos, de aquellos que traen los frutos de sus huertos agradecidos, pero también de los más difíciles y los que querrían tener otro médico pero no hay nadie más.

La medicina en el pueblo se amolda a sus ritmos y su actividad, el médico rural se vuelve figura pública referente en salud, y lo puede notar en cada paseo por sus calles, en cada evento, en todas las miradas.  Ser médica rural es compromiso constante, y es muy exigente, en todo momento.

He pensado mucho en qué contestar a la gente que me pregunta porqué he venido hasta aquí.  Es más sencillo de lo que parece: "Yo soy esa médica rural que nunca imaginé, para poder ser la médica de familia que siempre he deseado."



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