Hace algunas semanas escuché una
entrevista radiofónica en la que un experimentado médico de familia se
aventuraba a afirmar que “los médicos de hoy en día no son como los de antes”.
Esta frase que, a priori, parece una obviedad si quiere decir que las profesiones
cambian adaptándose a los tiempos y a los contextos, se llenó de connotaciones
negativas a lo largo de la entrevista, con un colofón en el que se afirmaba que
los jóvenes médicos de familia no estamos tan dispuestos a trabajar como
aquellos médicos que iniciaron su carrera profesional hace más de 30 años. No
sólo es el testimonio de este compañero, también escucho sentencias similares
en otros muchos lugares y por boca de otras muchas personas. Me refiero a
afirmaciones como “no quieren coger el coche para ir a trabajar”, “no les gusta
el medio rural”, “no quieren hacer guardias”, “no quieren coger contratos de
atención continuada”. Creo que se alimentan de titulares como: “quedan
desiertas 150 plazas de atención primaria”, “movilizaciones por la falta de
médicos”, “situación crítica por vacantes de médicos” … Saben a lo que me
refiero, ¿verdad? Porque, quien más quien menos, ha leído alguna noticia sobre
la situación actual de la atención primaria, y puede que vaya intuyendo que
existe un problema real. No es difícil darse cuenta de que estos titulares y
soflamas manejan la información de una forma superficial y endeble hasta darle
una forma alarmista a un problema que se anunciaba hace ya más de 10
años. Un problema con el que convivimos, resignados o enfurecidos, según
la posición y el carácter de cada cual.
Yo confieso que tengo ratos de resignación, pero la entrevista me enfureció sobremanera. Precisamente porque me identifico como médica de familia joven, comprometida con la profesión y con los pacientes, aunque mi compromiso organizativo (es decir, con la empresa) esté por los suelos. Oigo muchas quejas, muchas críticas, muchos malos augurios para los médicos como yo, pero apenas escucho propuestas de mejora.
Estoy dispuesta a desplazarme
para acudir a mi puesto de trabajo, de hecho, lo hago diariamente hasta un
pueblecito a 35 km de mi casa. Estoy dispuesta a seguir utilizando mi propio
vehículo personal en mi trabajo, incluso para realizar la asistencia urgente a
pacientes, y a soportar los gastos de gasolina y mantenimiento de este sin que
sea reconocido ni retribuido, como hacen cientos de compañeros en silencio.
Estoy dispuesta a trabajar en el
medio rural, como de hecho trabajo, a sabiendas de que no disponemos de los
mismos recursos y de la distancia que me separa de muchos servicios que son
fundamentales para la salud de mis pacientes. Estoy trabajando sin dermatoscopio,
sin ecógrafo, sin bisturí eléctrico, y lo que es de verdad grave, sin
electrocardiograma en mi consultorio (el más cercano está a 10 km). Estoy
dispuesta a seguir ejerciendo en el medio rural, donde las poblaciones no
suelen superar los 1000 pacientes por médico, sólo allí encuentro el último
reducto donde ejercer mi profesión con cierta serenidad sin sobrecargas de
agenda, dando a cada cual el tiempo que necesita, siendo accesible y sin lista
de espera.
Estoy dispuesta a asumir la
formación de profesionales residentes con una remuneración mínima, sin tiempo
designado a la actividad docente (como de hecho muchos compañeros están
haciendo). No podemos seguir formando a la mayoría de nuestros médicos en el medio
urbano y esperar que al terminar su especialidad decidan mudarse al medio rural
que desconocen, porque allí es donde más necesidad tenemos. Si no se valora lo
que no se conoce, ¿Qué salida laboral esperan que valoren nuestros residentes?
Estoy dispuesta a compaginar mi
trabajo en la consulta con las guardias (jornadas atención continuada de 17
horas), como de hecho hago, sabiendo que puede surgir una emergencia en medio
de la noche y que tendremos que salir con el coche del centro de salud y puedo
terminar incluso subida en una ambulancia. Pero necesito saber que puedo
descansar al día siguiente (librar la guardia) y no estoy dispuesta a soportar
turnos de atención continuada que pueden llegar a superar las 48 y hasta 72
horas encerrada en el centro de salud. No puede pagar el paciente un despiste
que tuve por agotamiento.
Estoy dispuesta a trabajar
algunos fines de semana y festivos, pero no estoy dispuesta a aceptar contratos
exclusivamente de atención continuada. Me he formado en medicina familiar y
comunitaria y mi profesión consiste en la atención longitudinal a los pacientes,
no en trabajar cubriendo los huecos, cada día en una consulta y encadenando
guardias los fines de semana y todos los festivos del año. Es imperativo cuidar
a los profesionales que se encuentran trabajando de esta forma, no se merecen
ser profesionales de segunda cuando están solucionando un problema estructural
al que hay que encontrar otra solución.
Estoy dispuesta a trabajar con
contratos temporales cuando esa es la necesidad existente. Pero perdonen que
exponga mis dudas. No consigo entender por qué en mi comunidad se convoca un
examen de oposición con más de 200 vacantes ofertadas y se decide adjudicar
solamente 25 de ellas, para seguir abandonando al resto a la
temporalidad. Estoy dispuesta a aprobar también la siguiente oposición,
claro que sí, es la única vía que me llevará a la longitudinalidad que ansío,
pero no estoy dispuesta a escuchar sandeces sobre contratos que se dejan
desiertos.
Estoy dispuesta a seguir
acudiendo a sus llamamientos centralizados para cubrir las vacantes de otros
médicos de familia, a sabiendas de que los hacen con la mínima anticipación
(sacan la convocatoria oficial con menos de 24 horas de antelación), sin baremación
previa de los méritos de los profesionales (se valoran tan solo una vez al año,
cuando conviene), e incluso teniendo que estar en el paro o con contratos de
días sueltos hasta que los convoquen. No estoy dispuesta a seguir encubriendo
que las “movilizaciones” del personal sanitario se hacen siempre de esta
manera, tarde y mal.
Estoy dispuesta a todo esto, y probablemente mucho más, si todos mis compañeros trabajan conmigo en igualdad de condiciones, minimizando las tremendas diferencias entre los profesionales rurales y urbanos, equiparando los derechos del personal fijo y el eventual o temporal.
Esta es mi declaración de
intenciones, la mía. Cada cual tiene la suya propia y deberían escuchar la de
muchos de mis jóvenes compañeros para encontrar solución a esta “falta” de
médicos. Para sorpresa de nadie, las condiciones de nuestro trabajo entre otros
factores hacen que muchos compañeros jóvenes médicos de familia estén eligiendo
la medicina privada, el trabajo en urgencias extrahospitalarias u
hospitalarias, muchos repitan el examen MIR para hacer otra especialidad o
emigren a otros países donde el trato es algo mejor. Los médicos que les faltan
son los que dejan escapar; no lo digo yo, lo dice por ejemplo Juan Simó aquí:
el super-bulo de la falta de médicos.
Así que, sí, los médicos jóvenes
de hoy en día hemos cambiado, como cabía esperar. No somos ni mejores ni
peores, somos protagonistas de un escenario muy distinto. Venimos de un
proceso selectivo muy exigente para entrar en la universidad que culmina con
una elección de la especialidad tremendamente sesgada. Cuando por fin nos
convertimos en médicos de familia, hay tantos lugares en los que podemos
trabajar que nos vemos en la tesitura de elegir, y hacerlo bien. Tras el
salto al mundo laboral nos encontramos, casi antes de empezar, con el desprestigio y las
carencias de nuestra atención primaria que hacen sencillo instalarse en la
cultura de la queja y no iniciar movilizaciones activas (que echo en
falta). Ojalá las herramientas (sindicatos, sociedades científicas,
movimientos…), que tienen capacidad para organizar el relevo de la generación
que abrió camino con la nuestra, lo hagan. Porque hacen falta cambios y
obligatoriamente pasarán por nosotros. Nuestra disposición, no será en
absoluto incondicional, entonces me queda la duda… ¿vosotros, hasta dónde
estáis dispuestos a llegar?