Después de un par de semanas de medicina en el mundo rural creo poder decir que estoy cambiando el chip. Aquí todo es distinto respecto a mi anterior trabajo en el medio urbano, diferente, ni mejor ni peor. En mi momento vital actual me encuentro a gusto donde estoy, eso es lo verdaderamente relevante.
Hoy es jueves, me dirijo en coche al pueblo más chiquitín de los tres que, junto con enfermería, tenemos a cargo. Aparco bien pegada a sus paredes de piedra, cojo del maletero el maletín, el ordenador y la mochila, camino pocos metros para pasar bajo el arco que guarda la entrada al consultorio. Me reciben decenas de macetas adornando la puerta y su cartel que anuncia que la consulta conmigo es hoy a primera hora. Encuentro la llave en el manojo que custodio y la puerta abierta deja paso a unas escaleritas. El consultorio es una bodega bajo la piedra, un espacio íntimo donde únicamente me acompaña el quemador de la estufa con su sonido, la mesa, la camilla y las sillas. Aquí no hay cobertura, no hay línea de teléfono y no hay nadie, no hay pacientes todavía. Ya vendrán, sé que por las ventanas me han visto llegar. No tardaré en conocer a toda la población, pocos faltarán por acercarse a saludar.
Después de un par de visitas es momento de recoger los bultos y marchar al coche. Otro consultorio a menos de 10 km de carretera serpenteante entre los montes me espera. "¡Bon día doctora!" dicen varias voces mientras mis tres maletas y yo aparcamos y abrimos las puertas, "¡Bon día!" digo mientras pienso que me gustaría aprender el idioma local.
El sistema de cita es una fila india en la salita de espera, ellos gestionan el triaje en caso de urgencia "pasa tú que te corre más prisa" "que pase este que no tiene buena cara". Saben que el ordenador va lento a veces, saben que ante la urgencia debo salir pitando, "ya vendremos otro día" es la mejor estrategia de gestión de la demanda.
Hoy me han consultado toses, dolores de rodilla, cambios en la piel, tristeza porque falta un ser querido, fallos de memoria que preocupan, heridas que tardan en cerrar, una tensión arterial que se niega a bajar, molestias que han ido a mejor, ganas de volver a trabajar, análisis que son para enmarcar y otros que hay que repetir, recetas que hay que renovar con mucho cuidado... Hoy he escuchado pulmones de 2 años y de 97. No he curado a nadie, yo no soy tan importante aquí como creen, he cuidado no hacerles daño ante todo y a alguno lo he ayudado a mejorarse, que no es poco.
No he experimentado aún la falta tiempo en consulta, poco a poco me voy acostumbrando a decir y hacer lo que antes daba por imposible con las prisas constantes. De momento invierto el tiempo en escuchar mucho a la gente y observar mucho el entorno, y me alivia poder hacerlo sin remordimientos.
Soy una médica sin bata, aquí aprecio más los jerseys o el forro polar. Soy una médica de coche y maletín, me cuesta poco decir "dentro de un rato paso a verle", "mañana iré por casa", la atención domiciliaria siempre me ha gustado y ahora tengo el tiempo que requiere. Soy una médica para largo, he venido para quedarme tiempo, para disfrutar de la longitudinalidad. Soy una médica rural, estoy mucho tiempo en ruta, estoy para menos gente, pero estoy para más cosas. Soy una médica de familia feliz con su trabajo, no estoy segura de haber llegado para sanar a mis pacientes o para que sean ellos quienes me hagan sanar.
Que bueno
ResponderEliminarComo me alegro y que envidia me das. Disfrutala mucho. Un besico
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